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a Ansiedad puede presentarse de forma crónica, como un rasgo una personalidad presente durante casi toda la vida del individuo ("trastorno de ansiedad generalizada) o en forma de episodios recortados de gran intensidad. Estos episodios que originan sensación de muerte inminente ("tanatofobia"), o temor a volverse loco (manifobia) constituyen las crisis de ansiedad, crisis de angustia o ataques de pánico y constituyen el trastorno de angustia o de pánico.

La diferencia, por tanto, entre el trastorno de ansiedad generalizada y el de angustia o pánico se basa en que en el primero el paciente continuamente se encuentra mal, mientras que en el trastorno de angustia, el sujeto se encuentra perfectamente bien entre las crisis. Además, muchas personas que sufren ataques de pánico, frecuentemente desarrollan un miedo o temor progresivo a que se repitan, apareciendo entonces la llamada ansiedad de anticipación .

En cuanto a las causas, hablamos de ansiedad primaria y secundaria.
En la ansiedad primaria no encontramos ninguna causa que justifique el cuadro, mientras que la secundaria se debe siempre a otro trastorno (consumo de drogas como alcohol,anfetaminas y cocaína, hipertiroidismo, etc.).

Estos pacientes se caracterizan por un estado continuo de hipervigilancia e hiperactividad del sistema nervioso, así como un estado de tensión motora constante. El cuadro es más frecuente en la mujer que en el hombre. Guarda relación con situaciones crónicas de estrés. Según la OMS, para decir que un paciente sufre un "trastorno de ansiedad generalizada", se deben tener los síntomas siguientes la mayor parte de los días durante 2-3 semanas consecutivas:

• Tensión muscular manifestada por dolor de cabeza.

• Incapacidad de relajación

• Agitación

• Dificultades para conciliar el sueño.

• Hiperactividad del sistema nervioso autónomo manifestada:

• Sudoración,

• Palpitaciones,

• Molestias estomacales,

• Dificultad en la respiración

• Sequedad de boca.

• Aprensión,

• Preocupaciones

• Dificultad en la atención y concentración.

Presentación de una o más crisis de angustia que han sido inesperadas, es decir, que no se han presentado inmediatamente antes o durante la exposición a una situación que casi siempre causa ansiedad, y no han sido desencadenadas por situaciones en las cuales el individuo ha sido el foco de atención de los demás.

Por lo menos la presencia de cuatro crisis durante un periodo de cuatro semanas, o bien una o más crisis seguidas de miedo persistente a presentar otro ataque por lo menos durante un mes.

Por lo menos cuatro de los siguientes síntomas durante alguna de las crisis:

• Falta de aliento o sensación de ahogo.

• Mareo, sensación de inestabilidad o de pérdida de conocimiento.

• Palpitaciones o aumento del ritmo cardiaco.

• Temblores o sacudidas.

• Sudoración.

• Sofocación.

• Náuseas o molestias abdominales.

• Sensación de no reconocer nuestro propio cuerpo o "desrealización".

• Adormecimiento de manos.

• Escalofríos.

• Dolor en el pecho.

• Miedo a morir.

• Miedo a volverse loco o perder el control.

En alguna de estas crisis, por lo menos cuatro de los síntomas anteriores han aparecido rápidamente y han aumentado en intensidad durante los 10 minutos siguientes al comienzo del primer síntoma.

Las crisis de angustia suelen durar entre 5 y 30 minutos, raramente más. El trastorno es más frecuente en la mujer y suele iniciarse entre los 20 y 30 años. Algunos pacientes desarrollan secundariamente dependencias al alcohol o a los fármacos ansiolíticos.

A menudo se asocia a agorafobia (miedo a encontrarse en lugares o situaciones en que sea difícil escapar y se concentre mucha gente). Se trata actualmente de uno de los motivos de consulta más frecuentes en los Servicios de Urgencias Hospitalarios, y causa frecuente de ingreso.

La agorafobia es miedo al miedo. Los agorafóbicos temen las situaciones que puedan generarles sensaciones de ansiedad, miedo a la propia activación fisiológica y a los pensamientos sobre las consecuencias de experimentarlas, como la idea de perder el sentido.

Entre los miedos que experimenta el agorafóbico están el miedo a vivir una crisis, a desmayarse, a sufrir un infarto, a perder el control, a hacer el ridículo, etc. La agorafobia está estrechamente relacionada con el trastorno de pánico, y no es raro que ambos trastornos sean comorbidos.

El agorafóbico tiende a evitar situaciones potencialmente ansiógenas, como lo pueden ser salir de casa, quedarse solos, usar transportes públicos, ir de compras, comer en restaurantes, entrar al cine, hacer deporte, viajar, estar en lugares públicos con mucha gente, etc. Estas situaciones pueden representar un grave problema en la vida del agorafóbico, pudiendo llevar a la persona afectada a casi no salir de su casa con el fin de tratar de evitar la gran cantidad de ansiedad causada por el pánico.

Síntomas clinicos de Agorafobia:

• Ráfagas de calor/frío.

• Taquicardia.

• Calor, sudor, sofoco.

• Temblores.

• Ahogo o falta de aire; hiperventilación.

• Mareo y vértigo.

• Sensación de irrealidad.

• Dolor u opresión en pecho.

• Astenia: fatiga o cansancio.

• Náuseas, dificultad para tragar, sensaciones extrañas en el estómago (como mariposas en el estómago).

• Visión borrosa o sensación de ver luces.

• Pinchazos, calambres, entumecimiento, tensión, piernas débiles, pérdida de sensibilidad, palidez.

• Sensación de orinar o evacuar.

Son un grupo de alteraciones en las que la ansiedad aparece exclusivamente en ciertas situaciones bien definidas, por ejemplo subir en ascensor, hablar en público, viajar en metro, encontrarse con un perro, etc. En los niños pequeños son muy frecuentes como derivación de sus miedos infantiles, necesitando rara vez tratamiento. Las características que definen el miedo irracional que se da en las fobias son:

• Es desproporcionado a la situación que lo crea.

• No puede ser explicado racionalmente. El propio paciente no encuentra explicación a su conducta.

• El sujeto tiende a evitar la situación fóbica.

Aproximadamente padece esta situación del 0,5 al 2 % de la población, siendo el 65 % mujeres. Son factores predisponentes la existencia de ansiedad de separación durante la infancia y la pérdida brusca de algún ser querido. La mayoría de las fobias que aparecen durante la infancia ceden espontáneamente. Sin embargo, las que aparecen o persisten en la edad adulta suelen requerir antidepresivos para su remisión así como psicoterapia conductual.

La fobia social, se caracteriza por ser un miedo muy intenso, en respuesta a las situaciones sociales, en las cuales se ha de interaccionar con otras personas.

Las situaciones que se temen se tienden a evitar, por lo que la fobia interfiere en la vida de las personas. No estamos hablando de una simple timidez, que cualquiera de nosotros, puede experimentar en ciertas ocasiones, hablaríamos, quizás de una timidez extrema que impediría el transcurso cotidiano de la vida de la persona.

Entre las situaciones temidas por la persona que padecen esta fobia, se encuentran, hablar en publico, iniciar y mantener conversaciones con gente nueva, enfrentarse a situaciones comprometidas en las que la persona debe hacer valer sus derechos, o dirigirse a determinadas figuras de autoridad. También puede temer hablar, o comer en público.

Se pueden experimentar en ocasiones ataques de pánico. Estos son manifestaciones extremas de ansiedad. En las que la persona puede sentir taquicardias, sudoración, ahogos, dificultades para tragar, nauseas, mareos..., a veces se desarrolla un miedo secundario a los mismos ataques de pánico, por miedo a que estos se noten, o sean una muestra de debilidad delante de los otros.

Es frecuente que junto a este, aparezcan otros trastornos, como la depresión (como consecuencia de las limitaciones percibidas), agorafobia, TOC. También puede aparecer el uso de sustancias como el alcohol, o determinadas drogas, que son utilizadas para rebajar los niveles de ansiedad. También se observan esencialmente dos tipos de trastornos de personalidad especialmente ligados. El TPE ( Trastorno de personalidad por evitación), y el trastorno dependiente de la personalidad.

Es un trastorno de ansiedad (como la agorafobia y la fobia social) caracterizado por la presencia de obsesiones y compulsiones. Las obsesiones son pensamientos o imágenes que se entrometen en nuestra cabeza de forma involuntaria y que no los sentimos como propios. Es frecuente que quien sufre las obsesiones las considere absurdas, cuando no descabelladas.

Las compulsiones son acciones o pensamientos que realizamos para neutralizar o anular las obsesiones, con el objeto de sentirnos menos angustiados, de aliviarnos de la obsesión.

Al no tener las compulsiones una lógica razonable para erradicar las obsesiones, los actos compulsivos sólo alivian la ansiedad de forma transitoria. Una queja común son los tiempos “perdidos” tratando de hacer perfectamente la compulsión o el ritual compulsivo.

Tipos de obsesiones:

• De tipo agresivo: miedo a hacer daño a otras personas, a proferir insultos blasfemias, obscenidades, aparecer como responsable de errores, catástrofes.

• Obsesiones de contaminación: Preocupación por los gérmenes, la suciedad o los productos químicos, preocupación por las secreciones corporales (orina, heces, saliva), preocupación por contraer enfermedades, etc.

• Obsesiones de contenido sexual: tener pensamientos sexuales considerados perversos o prohibidos y vivirlos con angustia.

• Otros tipos: Miedo a no hablar, recordar o pensar correctamente, necesidad de orden, exactitud o simetría, necesidad de coleccionar cosas inútiles, etc.

Los tipos de compulsiones suelen estar relacionados con las obsesiones que se padecen. Así, cuando tenemos miedo a la contaminación, evitamos tocar objetos o personas que creemos pueden estar contaminadas y, si eso no es posible, necesitamos lavarnos de forma compulsiva. Algunas compulsiones frecuentes son: lavado de manos, comprobar puertas (ventanas, llave del gas, aparatos eléctricos, etc.), acumular objetos inservibles, tirar objetos por un inapreciable desperfecto, contar, ordenar, hacer listados limpios y completos de pertenencias, de tareas, etc..

En algunas ocasiones las compulsiones son múltiples y se deben realizar en un orden determinado para poder producir alivio momentáneo. A estas compulsiones de carácter múltiple se las denomina ritual. Un ejemplo: tratar de hacerse una cola de caballo y que la goma que la sujete tenga las vueltas perfectas, hasta no conseguirlo no se deja de repetir la acción, lentamente, conllevando retrasos, perdida de tiempo, etc.